Música

miércoles, 27 de abril de 2011

ROJO COMO LA SANGRE

–  Bienvenidos – dijo  Bianca al tiempo que buscaba una piedra o un pedazo de madera filosa para empalar al cazador y admirar la poca belleza que le quedaba después de tan cruento suceso.
            Las siete cosas negras emitieron sonidos violentos y encontraron el sitio perfecto para empalar al apuesto cazador. Éstos ayudaron a Bianca a empalarlo, pero al ser demasiado estúpidos terminaron por sacar la punta de la madera por detrás de la cabeza, desnucando al infame cazador cuya sangre estuvo fuera de su cuerpo antes de la medianoche.
            Bianca había saciado su sed y se dirigió de nuevo al castillo, donde la Bruja Reina aguardaba nerviosa al ver que el cazador no llegaba; sacó su espejo mágico y le preguntó:
            – Espejo ¿a quién ves? – masculló la Reina Bruja.
            – A todas las personas de éste reino, excepto a Bianca, mi señora.
            – ¿Puedes decirme dónde está el cazador con el que platiqué ayer?
            – Lo siento, mi señora, justo después de que llevaba a Bianca a través del negro bosque le he perdido el rastro; tal vez murió.
            La Reina Bruja se exaltó demasiado pero tuvo que esperar hasta el día siguiente para actuar, ya que su esposo, el Rey, le había dicho que durmiese en ese mismo momento, pues era muy tarde.
            – ¡Ha tratado de asesinarme! –  replicó Bianca a su padre cuando estaban solos.
            – No es posible querida, ella te ama como a una hija suya- se excusó el Rey- Anoche me explicó lo que sucede con las mujeres jóvenes y bellas como tú; no te preocupes, pronto encontraremos el hombre perfecto para ti.
            Furiosa Bianca, al notar la ingenuidad de su padre, optó por salir de aquella habitación diciendo palabras extrañas con tono maléfico.
            Al poco tiempo se desató una tormenta terrible. Las rosas blancas que cultivaba la Reina Bruja se ahogaron ante inmensa cantidad de agua. Todo estaba empapado, y hasta los siete arbustos negros habían obtenido una especie de vida aún más compleja de la que ya tenían. La oscuridad total gobernó aquella noche, la Luna también tenía miedo de lo que podía pasar y esperó a que el Sol llegara a encender los siniestros sucesos que ocurrían en el reino.
            Pasaron algunos días y la calma se había hecho presente en aquel lugar. Bianca ya ni siquiera se presentaba a la mesa, pues seguía enfadada con su padre y su odiosa segunda esposa.
            Unos exploradores encontraron por aquellos días al cazador empalado y empezaron a dudar de la inocencia de la Reina Bruja, pues según éstos, ella había tenido el último contacto con el cazador antes de su repentina muerte; acusaban a la Reina de brujería.
     ¡No pude cometer tan atroz acto!- exclamaba la Reina Bruja.
            Todo esto lo aprovechó Bianca para convencer a su padre de que hiciera un juicio público donde la gente decidiera el destino de la segunda madre de la joven pálida, con cabello negro y labios rojísimos.
            – Está bien, lo discutiremos hoy por la tarde-. Dijo el Rey ante los exploradores y todos aquellos presentes.
            El juicio comenzó en el crepúsculo, Bianca pudo estar allí, a un lado de su padre esperando que el veredicto fuera que mandaran a la Reina Bruja a la hoguera.
            – ¡Culpable! ¡Culpable! – gritaba la multitud y la situación se volvía cada instante más turbia, cosa que era excitante para Bianca, cuyos ojos reflejaban un fulgor escarlata como si se tratase de fuego lo que estaba viendo.
            La decisión fue unánime, el Rey y su candidez no podían hacer nada más que aceptar el destino que le aguardaba a su segunda esposa; se lamentaba pues siempre perdía el supuesto amor de sus esposas.
            Tomaron a la Reina Bruja presa y la llevaron a un costado de la Iglesia del reino, donde se podía escuchar el canto gregoriano de los ahí presentes, comenzando el ritual de excomunión de la Iglesia. Los ahí presentes fueron en busca de leña y únicamente encontraron madera seca de los arbustos negros, pues todos los demás árboles se hallaban frondosos por la inmensa lluvia que había caído días antes.
            Amarraron a un poste a la Reina Bruja y a su alrededor estaban cortados los arbustos negros que parecían inertes, pero la verdad era que aguardaban a ser encendidos para así poder lacerar con mayor intensidad a la madrastra de Bianca, por petición de esta última.
            ¡Fuego por doquier! Las columnas de humo negro se levantaban varios metros sobre el apagado cielo azulado. Bianca no podía dejar de ver el magnífico espectáculo que era el ver a su segunda madre quejándose y doliéndose, retorciéndose frente a ella.
            Esa noche en el castillo, Bianca encontró a su padre en su habitación desconsolado por la muerte de su esposa. La futura Reina le dijo al pobre viejo:
            – No os preocupéis, yo puedo daros algo mejor que mi segunda madre e incluso mi madre legítima.
            Lo abrazó y lo sostuvo en su regazo, se inclinó hacia él y comenzó a persuadirlo, sabía que él no se podría resistir, era semejante a su madre: cabello negro como la noche, piel blanca como la nieve, labios rojos como la sangre, pero más joven.
            En el acto, ella estaba extasiada por aquel día maravilloso al ver arder a la Reina Bruja y al saber que ahora el reino le pertenecía, solo alguien se atravesaba en su camino: su padre.
Ligeramente rodeó a su progenitor por el cuello y ágilmente encajó sus afilados dientes como ajugas, el Rey comenzó a estremecerse frenéticamente ya sobre el suelo. Bianca se deleitaba al ver tan sanguinario y sentimental suceso, lo que le llevaría a un éxtasis prolongado por días, meses, años.
Años más tarde se dijo que el Rey había muerto de soledad pues la muerte de su segunda esposa lo había menguado psicológicamente y no encontró otra salida más que el suicidio.
Los años siguientes fueron funestos para el reino maldito donde gobernaban los siete pecados capitales en honor a los siete arbustos enanos y negros que habían dado su existencia para hacer sufrir a la Reina Bruja.
Bianca fungió como reina, siempre encontraba algún motivo para asechar a los jóvenes de alcurnia y devorarlos fieramente en alguna tétrica noche, cuando el claro de Luna se cohibía ante lúgubres sucesos.

31 agosto 2009

No hay comentarios:

Publicar un comentario