tu sonrisa con la misma prisa
con la que te has ido.
Entonces vuelves y te pido en silencio
un motivo para no estar contigo,
pero tú no dices nada.
Te sonríes y me pregunto por qué;
porque tu sonrisa de leche creciente
te vuelve omnipotente, hiriente.
Ya disfruto de la soledad que tú me das,
y aunque te vas sin llegar, despiertas
un suspiro de alivio y felicidad, bienestar.
Nunca más, pues mientras tú estés
presente en mi mente, será la muerte
que me acompañe hasta que seas
indiferente a las miradas cautivas
que me das.
Y no es a mí sino a ti a quien deberías amar
porque tu sonrisa merece más que mi corazón,
más que una ilusión;
merece tu mirada,
tú, enamorada,
tú, inmaculada.
20 mayo 2010
No hay comentarios:
Publicar un comentario