el olvido, del ayer, cuando el fuego
nos quemaba e incitaba al sutil juego
de pueriles amores que he sufrido.
Tu silencio está ahora perdido
entre mil gritos y, entonces ruego
no aparezca, al tiempo que yo llego
susurrando a tu oído: "Mi querido
corazón, aunque extraño tus palabras
que sinceras y dulces eran, es
imperante, ahora, que ya no abras
esos labios que emiten palabras
del amor costumbrista, pero que
nunca más de exclamar tu habrás."
28 noviembre 2010
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