Música

martes, 28 de febrero de 2012

JACARANDA



(I)

Estancia eterna sobre la tierra;

cabe amarillas yerbas se muestra

–inasible desde la finestra–

l'árbol cuya hojarasca yerra

en el camino hacia las ramas

do ningún pájaro hace guerra

o canta entre sus secas ramas.




(II)

Días y noches se traspusieron

uno tras otro, blancos, sin percances,

hasta la llegada del abrasador

astro; sus ubicuos rayos hirieron

la oquedad de la madera –¡No lances

más rayos, oh, sol, pues con tu calor

has hecho brotar la más funesta flor!


Febrero 2012

MALASJARCHAS

Jarcha n.1


Ay, mi amiga es bonetica,
y juntos bañamos en wal-al-achara,
sin camisa muestra sus teticas.




Jarcha n.2


So garrido caballero, habibti;
romper lanzas con te quero;
dad una prenda para mí,
eu te dare un becho. 




Jarcha n.3


L'amigo esta 'n la yana;
abrile yo e romperemos lanzas.
El malhadado se fue de mañana,
se llevo corazon y mis alhajas.



DELIRIO 53

Comienzo el día sin algarabía,

después de un sueño sórdido


y atroz –repleto de letanías–;


lluevo plegarias sin voz


al crótalo para cerciorarme 


de que impía quede mi alma –en un mar de yesca


viajando en un tiovivo hasta golpearme contra el alabastro–.


Termina el día y éste pierde


su color azul zafiro, inundado


de cárcamo y arcilla.


Febrero 2012

viernes, 24 de febrero de 2012

DILEMA



Estoy en un dilema grave:

quien amada no se sabe

por mí, cáusame gran pena.

Trátase de ti, Elena,

de tus rizados cabellos,

de tus enmarcados ojos;

y también de ti, Jimena,

que fatídicos centellos

nacen de tus labios rojos.





23 febrero 2012

sábado, 18 de febrero de 2012

PATRIA MÍA



Hola, Querida:


Sé que apenas nos conocemos, pero tengo que ser muy breve debido a la situación actual, tuya y mía. No nos está yendo nada bien, y en parte es culpa mía por no haber atendido a tus llamados, por no haber denunciado, incluso por no haber limpiado tus calles, mis calles, nuestras calles. 

     Iré al grano, Querida, debido a las inundaciones – por el desbordamiento del río, y por el pésimo sistema de drenaje que nosotros mismos hemos deteriorado y por falta de mantenimiento por parte del gobierno –, el agua alcanzó mi pequeña casa; estaba aterida pero tenía que mostrarme impertérrita ante mi única esperanza, mi hija. Solamente pude escribir esto, tomé a Sofía, mi niña, y salí. 

     Ya era demasiado tarde, el agua corría copiosamente por las calles. 

   Sofía nació hace dos años, desde entonces ilumina mi vida y yo le correspondo con cariño y con buenos cuidados. Ella apenas sabe pocas palabras; su vocabulario tiende a disminuir porque no tiene a quien llamarle “papá” – tú sabes que la situación actual ha desfavorecido a la familia original donde los hijos tienen padre y madre que los quieren y los cuidan –, y si esto no mejora no tendrá la oportunidad de nombrar ese valioso líquido que hoy abunda –nefando– pero que hace falta –purificado. Quizás tampoco vuelva a decir “mamá”. 

     Para evitar ahogarnos, subimos a la azotea de la pequeña casa, mi último patrimonio. 

     Hoy el agua potable escasea, de la impotable sobra bastante, ya lo ves. He peleado contra mujeres y hombres por el líquido vital para darle algo de beber a mi hija, para hacerle su mamila. Y no sólo eso, aunados están los problemas de las sequías que impiden una buena cosecha para tener alimentos; también la explotación de los mantos acuíferos ha debilitado el subsuelo, sobre todo porque los éstos no tienen cómo renovarse ya que es poca el agua de lluvia que llega a ellos debido a que la mayoría de las calles están pavimentadas y dificultan este proceso; la consecuencia es que se está hundiendo más la ciudad. 

     Yo no sé quién resista más, si ella o yo; al momento de rescatarnos lo sabrás. 

    Han pasado dos días, no estoy segura. Seguimos en la azotea de mi pequeña casa; el nivel del agua todavía no baja y el ejército aún no llega. Creo que mi hija está deshidratada, no sabes cuánto me acongoja estar rodeada de agua y no poder darle ni un sorbo para que resista un poco más; su piel está reseca, áspera; hace varios días que no toma un baño. Las últimas noches he abrigado a Sofía, con el suéter que yo traía puesto, para evitar incluso que padezca hipotermia. Yo, en cambio, estoy fatigada, derruida: mis labios, que siempre callaron – las injusticias, las desmesuras–, están partidos, ensangrentados. 

     El agua poco a poco se ha ido, nosotras seguimos aquí, malsanas. 

     Espero que todo esto no te resulte ajeno, Querida, porque es terrible vivir una situación así como la que me ha tocado, y no sólo a mí, sino a varias familias mexicanas. No sé si haya logrado mi cometido, lo único que he tratado en esta carta es retratar nuestra situación actual; pero confío plenamente que despertarás de tu letargo y esto irá mejor. 

    Te imploro, Querida, que cuides de Sofía, es una buena niña; enséñale a ver la vida de otra manera, enséñale lo que es el amor de una familia mexicana, enséñale que existe una esperanza. Yo no pude hacerlo. 


   Te escribo esto con el último aliento de esperanza, México. 



Carmen. 



23/08/12

lunes, 13 de febrero de 2012

VIVIR

Correr de prisa desde el éxtasis
hasta deambular en las frustraciones,
en el aire infestado de ruido.
Correr de prisa hasta caer, 
caer hasta la cima 
de una atracción abismal.
Correr de prisa para después andar
sobre las horas mesiánicas.
Correr para aprender 
a dejar ir.
Correr más despacio
para alcanzar a vivir.
Correr donde caminar sea
imposible.
Correr a tientas.
Correr bajo los párpados.
Correr sin estribillo.
Correr junto a la angustia.
Correr ante el espejo.
Correr contracorriente.
Correr cabe la nostalgia.
Correr so pena de muerte.
Correr tras las heridas.
Correr, corroer la armonía.
Correr, escuchar las últimas 
pulsaciones de las teclas.
Correr, huir de lo irrefrenable.
Correr, guardar la mirada
para mejores tiempos.
Correr, lamer sin luz
debajo de las enaguas de la vida
los néctares estridentes
y temblar y resonar hasta parecer
cuerdas, metales y percusiones.
Parar; no correr,
dejar de latir:
inexistir. 


11 febrero 2012

My[_____]

Ella es Gabriela. Ha dos años que dejó de ser Dancing Queen. Nada extraordinario –ojos grandes y negros, cabello negro y lacio, delgada, piernas largas, altiva usa las perlas de la Virgen–, salvo su estatura; con su altura cree que puede alcanzar los anaqueles y sueños más altos, pero sí es cierto, sólo que ella no sabe cómo. 

Gabriela conoció a Mario en la secundaria; iban en el 102, por número de lista. Él estaba detrás de ella; no le hablaba ni ella a él. Mario era muy engreído –inclusive ahora lo es–, se creía demasiado, intentaba sobresalir en la clase. Imbécil. Pero sí, era muy listo: Gabriela siempre le pedía las respuestas y se hacía el desentendido. Sin embargo, como era el nuevo, era su obligación. Ella no recuerda haber entablado una conversación con él. Él no firmó el anuario de Gabriela y ella tampoco lo hizo con el de él. 


Pasaron dos años sin novedad desde aquel lejano 2008, cuando Gabriela y su mundo se tropezaron con uno más torpe: el mundo de Mario. 
Comenzó el cuarto año y todo fue distinto. Desde Erres de Reina hasta Sirenas y un poco más de Poetics. Mario trata de negar públicamente esa etapa, pero ante ella está su canción favorita: Gabriela. Desde un principio hubo un nadiesabequé que hasta la fecha sigue indeleble, que no se puede borrar. No había adónde correr.

Al poco tiempo, Gabriela perdió su amistad, ese lazo que lo unía con Mario. Ella se fue, él intentó rescatarla y no le fue posible. Una vez que se perdió, Gabriela regresó a la vida dos días después de Navidad; Mario se alegró bastante. El refugio de Gabriela había sido el súper Vivencia y desde allá le envió este presente:   
Mario –desde la lejana y maldita provincia de Cuernavaca– le respondió: 

Entonces Gabriela aprendió a manejar, mas no pudo siquiera correr. Años después, Mario aprendería a manejar a base de meter carros en su garaje; ella ya habrá olvidado cómo se enciende un auto. Nunca subieron a un auto juntos, solamente en aquella ocasión que Gabriel, el padre de Gabriela, los llevó al museo de Geología. 
Además de ese viaje, compartieron muchos otros y galletas y música y sentimientos y días y fiestas y un sinfín de sustantivos. 


Asimismo, las cartas aparecieron: de Gabriela para Mario, de Mario para Gabriela. Cursilerías, mariconadas diría Mario. Y un listón. Mario tiene un listón que robó del neceser de Gabriela. Ella no sabe de lo que está hablando Mario, y él ya no recuerda muchas cosas, verbigracia: estrellas –él le bajó las estrellas de un sólo golpe–, pie de queso, cantar en clases hasta aventar bufandas por la ventana o perderlas, tertulias, comer gelatinas, rayar las manos, estudiar, exigir cortes de cabello, clases de diseño, decepciones, reconciliaciones, llantos, risas hasta el fin de los tiempos, espero. 

Tres años y parece insuficiente. Mario todavía la busca; Gabriela todavía le tiende los brazos. Programan cafés que se aplazan, fiestas que no llegan. Y no hay decepciones, reproches –sólo algunas mentadas de madre en sentido figurado. 
Gabriela pierde el respeto y él se lo vuelve a encontrar en el vestido azul de flores que está tirado en la recámara de algún desconocido. Gabriela conversa con Mario sobre su hijo: Franco; Mario de lo único que sabe es de amor. Gabriela va al gimnasio y dibuja mientras Mario se ausenta toda la tarde; ella cocina la comida que él no prueba porque nunca vuelve a su casa –pero desea volver para probar ese platillo que prepara Gabriela, mas él no recuerda cómo se llama–. No, no están casados. Gabriela sale de fiesta, no le deja un mensaje a Mario. No es necesario que lo haga: a la mañana siguiente ella está allí para escuchar sus manías. Ya no escuchan sus voces, no hablan más por teléfono. Prefieren la inmediatez y frialdad del Internet porque saben –los dos lo saben muy bien– que si ella o él marca el número del otro, todo terminará en risas y lágrimas. Lágrimas como aquella vez que Mario intentó escabullirse y Gabriela lo detuvo. Como siempre. Como si nada hubiera pasado. Y tal vez nada pasó y siempre estuvieron así, juntos. 

Gabriela no se convirtió en modelo profesional; Mario le enseñó matemáticas. Él ya no tiene novia y no cree en el amor. Ella viajará a España, él se quedará en México. Ella tiene un cuadro que él quiere poseer, él no sabe colorear. Mario le regaló un Rayuela porque ella quería aprender a leer y a escribir como Julio Cortázar, y lo aprende bien. Gabriela le regala sonrisas, canciones y ataques cardíacos. Mario detesta las fotos. Gabriela le toma fotos cuando está desprevenido. 

Pero después de todo lo pasado, lo presente y lo que llegue, Gabriela seguirá combinando con Mario en cuanto al color de la ropa y otras nimiedades. Y lo más importante: pocas veces dicen "Te quiero". 



lunes, 6 de febrero de 2012

BREVE ROMANCE DE LA MUERTE PARA GUITARRA Y MELÓDICA

A Pablo Guerrero


¿Cómo te vas a vestir
Cuando vengas por mi muerte?
¿De qué te vas vestir
Cuando vengas por mí, Muerte?
¿Usarás traje y corbata,
Tu capa y sombrero verde?
¿O usarás el adornado
Atavío de otras pieles?


Muerte, avísame con tiempo,
No vayas a sorprenderme;
Si tú llegas a mi casa
Un día oscuro, silente,
Llama a la puerta primera,
Toca la puerta tres veces,
Así sabré que eres tú:
Mi tierno amante inerte.


Saldré a recibirte yo
–lo haría con claveles,
Pero qué importan las flores
Si es a mí a quien tú quieres–,
Con negro traje de gala
Y zapatos que resuenen,
Que resuenen en la calle
Donde ecos y gritos mueren.


Ay, el grito cae en el ruido.
Ay, el ruido que enmudece
Cuando pasamos tú y yo
Caminando en los andenes,
En los de Cuatro Caminos,
De donde salen los trenes
Hacia los confines del mundo
–Donde el mundo entenebrece–.


Allí tomarás mi mano;
Sentiré el olor del éter,
Me rodearás con tus brazos,
Me abrazarás sutilmente
Y me impregnarás de olvido;
Seré yo el que desvanece
Hasta perder el aliento;
Harás que nunca recuerde
El paso del instantero,
Para ya quedarme inerme
Ante caricias de vidrio,
Que poco o nada me duelen.


¿Será que ya estoy dormido?
Tal vez la Vida sí muere
Mientras la Muerte la vela,
Como el amante que quiere
Y niega el atroz destino,
Pensando que el amado duerme
Solamente que tendido
En un lecho de laureles. 


Te quedarás en mi mente,
Cuidando mi sueño eterno;
Y yo sin estremecerme
–Y yo sin estrés mecerme–
En tus fríos brazos, Muerte.


28 octubre 2011

domingo, 5 de febrero de 2012

ENSALADA: LA CIUDAD

La verdad es que no sé cómo acabar esta canción.
La mentira es que sé cómo empezarla, aquí voy.

Cansado de mujeres y Dolores, 
decidí ir con mi Soledad a otro lugar
donde pudiera cosechar nuevos amores
y un poco de felicidad.
Así fue como llegué a la ciudad.

La verdad es que no sé cómo rimar esta canción.
La mentira es que sé rimar dulzura con dolor.

Mi Soledad no se acostumbró jamás 
a la nueva vida,
se quejaba siempre de estar rodeada
de gente incomprendida
que reclamaba todos los días 
no sé qué cosas al municipal.

La verdad es que no sé cómo cantar esta canción.
La mentira es que sé que esta canción te hará llorar.

Ya extrañaba Dolores, la sombra del naranjo,
y de sus flores, el aire húmedo de sus bosques
que me recordaba al primero de mis amores.

La verdad es que todo esto sí es mentira.

Yo me quedé en Dolores con Soledad
componiendo mil canciones que decían:
"¡Qué hermosa es mi ciudad!"
Y ni hablar de sus mujeres
que llevan la felicidad
a todos lados sin cesar. 

10 marzo 2011


HAI-KUS

En la pared

Albo ladrillo
cimentado en el muro
de la blancura.



Zapato

Pïel bovina
de entaconado paso
baila por doquier.



Puerta

Vano enmarcado;
el heraldo de allende,
de adentro y afuera.



Ventana

Es realidad
encerrada en paisaje
de acre cristal.



Ruido

Flor estridente;
Melódicos botones
Del blanco azahar.



Sombra

Oscura nadería;
materia cenagosa
atada al suelo.



Rojo

Atardecer:
silencio carmesí
de sol mojado.



Coma

Pausa melódica,
cesura meditada;
la mosca muerta.



Metajai-kai

Cinco: sin sombra;
siete: ni sal, ni sol...
sólo aquiescencia.




Vida


Mujer: dos sílabas;
por un húmedo abismo
están cortadas.







Sexo (I)


Fruto de la vida
caído del gran árbol
de la Ciencia.






Sexo (II)


Fruto de la vida:
perpetuidad jugosa
y dulce goce.






Sexo (III)


Río amoroso;
dos sílabas: mujer
de agua otoñal. 



Soledad

Nostalgia lúgubre:
cementerio de besos
y remembranzas.

GUANAJUATO

(I) La ciudad

Guanajuato, tierra de muertos
habitada por vivos, o viceversa. 

Pueblo que acuna la promesa
de una independencia incipiente
cuyo derredor abraza la globalización.

Guanajuato, reducto de extranjeros
donde nadie es extranjero.

Y ranas, leones y salamancas;
y fresas, cajeta y mineras;
y dolores, estandartes y alhóndigas. 

Guanajuato, calles empedradas
que terminan en cúpulas
-alguna vez monásticas
y otras, pretenciosas.

Sempiterno cementerio 
de besos y otros evangelios.



(II) El hombre

Permanezco inmóvil, inmerso
en el espeso silencio que reina
en estas salas oscuras.

La luz de la lámpara en mi cuerpo
descubre distintos recuerdos
del porvenir que llegó muy tarde, 
que fue asfixiante. 

Desperté de un sueño que no fue eterno.
Desperté y el mundo seguía allí,
mostrándome sus seis caras sombrías.
Y yo estaba recostado sobre una de ellas,
irremediablemente enclaustrado. 

En esa sofocante oscuridad, nadie pudo advertir
mis gritos, lamentos, gestos de dolor.
Todo exponencialmente amplificado 
por el número de metros que yacía bajo tierra.

El tiempo avanzó impreciso sobre mis horas
mis días, meses y años.
Hoy, como ayer la oscuridad,
la luz lastima mis entrañas,
las penetra cercenando mi piel.

Ahora permanezco inmóvil
y soy poco menos que nada.
La luz trepana la materia corpórea
y deja una estela de sombra fragmentaria, 
incompleta -como toda existencia humana.

Soy una sombra raída por la luz,
y nunca volverá la sombra de mi sombra
para llenar los vacíos de mi vida.

Soy nada hecho de sombra
resquebrajada.

26 enero 2012