Música

domingo, 29 de abril de 2012

ROSA ELÉNICA


No hay lugar más fecundo
en esta tierra, que el vacío
que se amontona entre tus pétalos
y que se repliega entre tus piernas.











En los confines de un jardín salvaje
asómase álgida y tierna flor
cuyo tallo y pétalos son reales
–más reales que el denso ramaje
que recubre su cándido fulgor–.
Se erige húmeda entre los rosales;
perlados de rubor sus genitales
esconde; nunca osa mostrar su sexo,
pero despide sus perfumes plácidos
hacia los hombres y provoca males.
Do empieza el húmedo abismo –convexo–,
los dulces perfumes se vuelven ácidos.




II 




Y sus pétalos rojos, frescos, se abren,
se abren como botones areolares
a la hora en que fallece el ocaso
sobre la tierra; para que no labren
otras manos sus tierras, y sus mares
perfumados no cedan ante el trazo
seductor del bigote de Picasso,
el jardinero corta el tallo verde,
y con él, la cohorte de deleites
ya malditos por el labial abrazo
de pétalos carnales; así pierde
el jardinero, triste, rosa y aceites.

29 abril 2012

lunes, 16 de abril de 2012

EL PROBLEMA NO ES CONTIGO

El problema no es contigo, Elena, 
ni con tu puto novio,
ni con tu indiferencia cuando paso a tu lado,
ni con tu completa ignorancia sobre mis sentimientos,
ni con tu frondosa frente fresca y el efecto que esto produce,
ni con tu vista cenagosa y nublada y recubierta de plástico rojo,
ni con tus ojos que nunca he visto de frente,
ni con tu nariz de águila calva,
ni con tus exquisitos labios,
ni con tu sonrisa más gratuita que el agua y la nieve de limón
    con chía el día de la Virgen de Dolores en Guanajuato,
ni con tus pómulos y ojeras ausentes,
ni con tu cuello de cisne blanco torcido,
ni con tus hombros nimios,
ni con tus manos que tocan otras manos que no son las nuestras,
ni con tus uñas que de qué color las tienes pintadas,
ni con tu desagraciado pero núbil pecho,
ni con tu deleitoso talle que toma el imbécil citado en el segundo verso,
ni con tus caderas que acaparan toda mi alegría,
ni con tus piernas como líneas paralelas que no se juntan donde deberían,
ni con tus exacerbados pies,
ni con tu altura infinita,
ni con tu parsimonioso caminar sobre el pavimento mojado,
ni con tus posibles enfermedades congénitas y venéreas,
ni con tu preferencia de la comida que todavía no te pregunto,
ni con tu gusto por encima de todo por Yeats y por Marlowe,
ni con tu cabeza de brócoli, esos resortes metálicos y negros de tus cabellos;
ni siquiera con mi férrea repugnancia hacia el brócoli y el cabello rizado.
El problema es conmigo, Elena, que no me atrevo a hablarte. 


16 abril 2012