En la física cuántica el observador altera el
experimento porque el simple hecho de observarlo reproduce el fenómeno
incorrectamente, ya que en su estado natural carece de observador. Por lo
anterior, si no se quiere alterar el fenómeno, sólo podrá explicarse mediante
especulaciones.
Así
pues, tenemos una caja cerrada que contiene en su interior un gato, un detonador
con cincuenta por ciento de posibilidades de activarse; y, si se activa,
permite que un veneno se esparza y mate al gato. Para verificar si el gato está
vivo o muerto, se necesita que el observador abra la caja y confirme el estado
del gato. Sin embargo, esto es imposible –como ya se dijo– en la física
cuántica porque modificaría el experimento. De esta manera, sólo están
permitidas las especulaciones sobre el estado del gato; entonces se dice que el
gato puede estar vivo y muerto a la vez.
Subsecuentemente,
si se quisiera abrir la caja, podrían ocurrir dos cosas: encontrar al gato vivo
o encontrarlo muerto. Recordando que el estado del gato –hasta antes de abrir
la caja– es vivo o muerto, tenemos que si el gato está vivo al abrir la caja,
antes pudo estar vivo o muerto; y si el gato está muerto al final, su estado
anterior debió ser vivo o muerto.
Si
el gato está vivo al final, no resulta extraño que el gato haya estado vivo;
pero lo bizarro es que pudo estar muerto y que después revivió. Y la otra
posibilidad (que el gato esté muerto), también tendría los mismos estados que
la posibilidad anterior. En este caso, el gato pudo estar muerto antes de
abrirse la caja y siguió muerto al abrirla; pero, del mismo modo, pudo estar
vivo en algún momento y morir al instante de mirar dentro de la caja.
Con
todo esto quiero decir que algunas situaciones amorosas son como la paradoja
del gato de Schrödinger: si los sentimientos fueran el gato, antes de abrir la
caja, éstos estarían vivos y muertos al mismo tiempo. Pero, al momento de
observar estos sentimientos, pueden estar vivos o muertos. Si los sentimientos
están muertos al abrir la caja y observarlos, puede argumentarse que
anteriormente pudieron estar vivos y que se abrió demasiado tarde la caja;
también que sólo se haya tenido la ilusión de que estuvieran vivos, pero que en
realidad siempre estuvieron muertos. Y además está la otra posibilidad, que al
abrir la caja los sentimientos estén vivos y que probablemente no existían sino
hasta que se abrió la caja, o que siempre existieron y al abrirla se confirmó
la existencia de éstos, con lo que se da pie para proseguir con la empresa
amorosa.