Música

viernes, 11 de mayo de 2012

A UNA DESCONOCIDA


En la Facultad de Ciencias

Pasaste con aire de fruición impertinente
frente a mí
cuando el mundo era radicalmente monótono;
no veía más que un cielo gris (nublado)
y un suelo (de cemento) gris
y luego apareciste tú
                               desaliñada y ligera
como no te había visto nunca (literalmente)
coloreando el horizonte
                               de derecha a izquierda:
tus pies pisoteaban de verde el pasto
que antes de ti era imperceptible
porque su textura asfaltosa se confundía con el pavimento;
tus cabellos, de pronto, con suma violencia inaudita
encendieron el sol hasta dorarlo
y dejarlo de una pieza
                               como apóstrofe áureo
pendido en medio de mi grisáceo mirar
que apenas comenzaba a imantarse
del color azulejo
que magnéticamente tu blusa esparcía
como vapor de agua
(de allí las ingrávidas nubes);
además, tu cintura transparente
teñía del color de tu carne
mi deseo de poseerte
por el simple hecho de pasar frente a mí;
tu delicado pecho saturaba de suavidad
ese paisaje que ya no era más agreste,
pero agradable y pintado de pasión
se extendía afuera de mis párpados;
y tus nalgas,
tus nalgas fueron el último matiz (sinuoso)
que se alojó en mi memoria
                               como un huésped
en un hotel cinco estrellas,
                               como un piojo
en una cabellera descuidada,
                               como un clavo
clavado en la frente;
cuando finalmente desapareciste
y te llevaste toda tu estela de colores
y dejaste una monotonía
incolora, insalubre, insípida, inodora,
inocua, anodina, incipiente, consuetudinaria;
triste ternura de tu memorable aparición
(tierna tristura de tu memorable desaparición)
después de que pasaste
frente a mí.

        11 mayo 2012

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