Remedios recientemente recitaba: ‘rara vez revivo recuerdos’; e interrumpía su risa. Renacía en ella el rencor. La arrastrada de Renata le había robado su ristre. Remedios repentinamente repetía: ‘no le rogaré a la rata de Rafael; que regrese solo arrepentido’. Pero Rafael con Renata, la risueña, prefería hacer ruido. Y sin ropa. ‘Ah, ah, más rápido, más rápido’ rugía Renata en la recámara. Reposaban un rato y recomenzaban el recital. Rafael era ráfaga y Renata se revenía. Revolaban. Revoloteaban. Recaían.
Remedios renegaba, recelaba, recubría de reconcomios el revés propinado por Rafael. Rafael reconocía en su mujer el rostro del resentimiento y de la derruida realidad. Remedios no podía resistir más: debía arrostrar el reajuste en su ríspida vida.
Pero el tiempo reptante con ruedas arruinó el reencuentro. Remedios recapacitó y rebobinó su vida sin rebautizar a Rafael. Renata recalentaba el ristre de Rafael sin regodeos: recibirían una recíproca rechifla: la rutina era su rival.
13 enero 2013
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