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jueves, 14 de marzo de 2013

EL ÚLTIMO BESO DEL MUNDO (INACABADO)


Era la primera semana desde que los médicos y otros expertos decidieron prohibir los besos y abrazos (y cualquier otra muestra física de afecto) entre todas las personas del país. Solamente estaban permitidas las muestras de cariño entre los integrantes de cada familia; nadie podía demostrar sus sentimientos hacia otra persona si se trataba de alguien que no era de la familia. Incluso estaba prohibido decir palabras amorosas porque los doctores aún no sabían si se trataba de un virus o una bacteria que pudiera transmitirse a través de las palabras, como ocurre con el odio o el desprecio.  
Estas medidas de prevención se habían tomado para evitar que "la enfermedad" se propagara. Se trataba de una enfermedad nueva, desconocida hasta ese instante. Nadie sabía cuáles eran sus signos y sus síntomas; cuando las personas se daban cuenta de que estaban enfermas, ya era demasiado tarde: no recordaban el momento en que se habían contagiado. 
A pesar de las órdenes de los médicos, los habitantes de ese país (los seres humanos en todo el mundo) siguieron besándose y abrazándose sin consciencia con personas que no eran de su familia. Esto provocó que la enfermedad creciera y creciera en todo el mundo, como si fuera un globo que se llena de aire (y de harina) y que está a punto de reventar. 
Era necesario evitar que el globo reventara, así que se tomaron medidas más drásticas. Debido a la desobediencia de las personas que no seguían las instrucciones médicas, se había firmado un tratado mundial en el que decía que quedaba estrictamente prohibido darse muestras de afecto entre todos los habitantes de cada país y del mundo, excepto entre familiares directos como padres y madres.
El tratado sería vigente a partir de que se diera el último beso del mundo. Y ese beso sería sorteado entre todos los habitantes de la Tierra. Y la persona que había resultado ganadora del sorteo (afortunada o desafortunadamente) era G... El plazo que tenía G.. para dar el último beso del mundo era de una semana y no más.  El tiempo estaba corriendo. 
G... aparentaba ser una niña normal, como todas. Era delgada, pero podría decirse que era flaca porque desde pequeña tuvo problemas de alimentación: no comía, no quería comer; su estómago le impedía comer lo necesario para que su cuerpo y organismo crecieran de manera adecuada. H..., su mamá, se preocupaba mucho por ella, así que cuando comenzaron los problemas de alimentación de su hija, rápidamente la llevó con su pediatra para que le recetara las medicinas correctas y, de esa manera, no perder más peso porque habría provocado mayores problemas de salud en G...
Ella estaba muy agradecida con su mamá por haberla cuidado durante  el tiempo que estuvo en recuperación, pero hubo un pequeño gran problema que nadie pudo prever: G... estaba deprimida. Sentía una angustia tremenda al no saber lo que le dirían sus amigas esa semana porque no había bajado de peso (algo que ellas le celebraban porque "se veía mucho mejor con un collar de huesos que con un cinturón de grasa"). 
G... vivía en casa de sus abuelos maternos porque sus papás estaban divorciados. Convivía todos los días con sus dos abuelos, con su mamá y con sus dos hermanos. Y aunque no veía todos los días a su papá, también le agradaba estar con él. 
G... tenía diferentes opiniones y experiencias sobre las relaciones humanas, por lo que le era difícil elegir a quien le daría el último beso del mundo. 
Por una parte, estaban sus abuelos. Día tras día G... observaba cómo era la relación entre su abuela y su abuelo. En la mañana ella se levantaba temprano para preparar café y acompañarlo con pan. Él hojeaba el periódico y le comentaba las noticias de la primera plana. Juntos, a mediodía, salían a caminar al parque tomados de las manos  porque decían que así era como recordaban sus mejores años, cuando eran jovencitos y lo único que podía hacerse era salir a pasear y tomar un helado o comer unas alegrías. No existían todas esas distracciones de ahora, dirían ellos, que no permiten conocer realmente a la otra persona porque se encuentra detrás de un monitor o adentro de un aparatejo como esos que todos usan, celulares. Cuando regresaban a casa y se disponían a comer, ella servía los platos y él ponía la mesa, porque cómo iba a dejar que todo lo hiciera su amorcito. Después de la comida, nada de televisión y programas de chismes y telenovelas de pésimo gusto. No: se sentaban en la sala a escuchar la radio, las canciones que él le había dedicado a ella cuando jóvenes para conquistarla. Las películas se iban a ver al cine, pues era un motivo más para salir y caminar y tomarse las manos. Aunque últimamente estaban cediendo ante el envolvente poder del teatro en casa con blu-ray. Y a la hora de dormir: Buenas noches, mi vida, y demás agradecimientos por un día más de coexistencia. Era de esos amores a la antigua, de los que alguna vez trataron de retratar las películas más cursis de la historia. 
Por otra parte, estaba la experiencia amorosa de sus padres. Fracaso. Incompatibilidad de caracteres. Incomunicación. Todo el día en el trabajo. Ella y él no tenían tiempo para conocerse y reconocerse desde la luna de miel, hace ya 18 años. Tres hijos a cuestas y nada mejoraba. C... había provocado la boda, G... era sólo un accidente en las cuentas, y R... propició el divorcio. La mejor solución o la más fácil. Porque ni papá ni mamá sufrían ni gozaban cuando estaban juntos o separados. 
Además estaba el ejemplo de su hermana C... No era muy bueno: a sus 18 años, C... ya había tenido más novios que dedos en los pies. Tal vez ella era de las personas irresponsables que se tomaban al amor en broma, como si fuera un juego o un álbum en el que los besos de los otros hacen las veces de estampas. G... ya había sorprendido a su hermana varias veces con distintos novios en la sala besándose y acariciándose hasta los omóplatos. Entonces C... le decía que eso era normal, que cuando dos personas se quieren..., pero después de que la vio con cuatro o cinco novios diferentes haciendo lo mismo, C... dejó de dar explicaciones y G... de pedirlas. 
Sin embargo, G... quería hacer lo correcto porque ella sería el ejemplo a seguir de su hermano R... y no deseaba que él también se sintiera culpable de la prohibición para dar besos y abrazos. 
Pero en la escuela, G... tenía otro problema: J..., el chico de último grado que le gusta a todas las niñas. Un patán, por supuesto. Sí, era un grosero y le rompía el corazón a todas las niñas, pero era guapo y popular y ninguna niña perdería la oportunidad de salir con él o algo más.  Días atrás, J... había empezado a "cortejar" a G..., por lo que era el centro de atención de todas las niñas de su grado. Y justamente esa semana, la que los doctores le habían otorgado de plazo para dar el último beso del mundo, él la había invitado a salir. Eso significaba que si todo salía bien en su cita, J... lograría obtener un beso más en su lista para presumir con sus amigos. Y solo por eso, por ser el niño que más novias había tenido en la escuela, invitaba a G... a ir por un café. Ella estaba un poco nerviosa por el encuentro que tendría con J... porque realmente le gustaba y pensaba, antes de que se prohibieran los besos, que no podía morir sin antes besarlo. Sus amigas en la escuela se pasaban el día entero platicando sobre la cita que G... tendría con J..., le daban consejos a su amiga para besar bien, para saber que hacer en caso de que las cosas se pusieran más intensas si él quería y ella lo permitía, cómo no lo iba a permitir si todas sus amigas se morían de envidia. 
Sin embargo, esa semana, su mejor amiga A... se distanció de G..., pero ella no lo notaba porque estaba muy excitada por la cita del viernes con J... Dos días antes de su cita, G... pidió hablar a solas con A... para preguntarle si le ocurría algo. Al principio A... no quiso decir nada, así que G... insistió en que le dijera lo que pasaba, y sin más, A... le confesó a su amiga que desde siempre, desde que el mundo es mundo, las rosas rojas y el cielo azul, ella había amado en secreto a J... 

Era viernes y, como todos los días de esa semana, era gris. El mundo había perdido todos sus colores. Ya no había más árboles verdes con troncos cafés, ni cielos azules, ni soles amarillos, ni naranjas anaranjadas, ni suéteres morados, ni vestidos rosas. Tampoco había corazones rojos. Todo era blanco y negro, gris y sombras. Eran días lluviosos y amargos, hasta el arco iris se había ido. G... tenía que ir a la escuela, tenía que vestirse de gris y tenía que desayunar una fruta grisácea. 

13 julio 2012

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