Dentro de ese cuadro oscuro, a la manera barroca, podía verse que
las paredes blancas habían sido roídas por el tiempo, dándoles una tonalidad
más ósea que apacible; los muebles de madera apagada crujían con sólo mirarlos;
en el centro, una larga mesa cubierta con un mantel más blanco que la sábana
del Santo Sepulcro, éste cubría, entre sus pliegues sombríos, los grandes
ventanales del fondo que anunciaban el despertar de la noche y los aullidos de
la Luna.
26 septiembre 2012
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