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martes, 11 de diciembre de 2012

...Y ME PREGUNTAS QUE SI ES AMOR


Y pasa el tiempo, y pasa la existencia pensando en este inhumano sentimiento llamado amor, aquel que todos profesan algún día, al que imploran que llegue a su vida para que después se vaya sin decir palabra (sabiendo que los sentimientos no hablan); entonces: ¿nos equivocamos al sentir?. Pero no quiero recordar, así que vamos a continuar.
            En estos momentos las circunstancias han cambiado, el sentimiento casi está erradicado, pero entonces lo que hizo Manuel Venegas con Soledad fue eliminar el amor, ¿cambiar la forma de adoración? Primero tendríamos que definir lo que es amor, y cómo saberlo sin conocerlo, he aquí un pequeño gran dilema. Definamos al amor como algo sublime, perfecto, difícil de alcanzar en la Tierra, pero que su máxima representación humana fue hecha por aquellos jóvenes amantes, que al ser humanos tendieron a cometer errores (como lo fue el de Soledad al casarse con Antonio Arregui) y  a partir de entonces surgieron más errores (la muerte de Soledad llevada a cabo por Manuel Venegas), que al fin de cuentas son propios del ser humano.
            El Niño de la Bola nos plantea una historia propia de nuestros días (claro, con sus adaptaciones a la sociedad en la que vivimos). Pero la esencia de la novela en estos días ya no se ve, ya no hay nadie que ame hasta la muerte (al menos no a esta edad) y, bueno, cómo decirte que lo hecho por Manuel Venegas para tener el amor de Soledad fue lo mejor que un hombre en esa situación pudo haber hecho en ese entonces, ahora nadie se aleja de la persona que más ama porque (según) la ama tanto que no puede dejarla ir, y entonces en lugar de amor tenemos dependencia física y sobre todo emocional de la otra persona, algo que el amor no puede entender, entonces se va… sin decir adiós.

            Después tenemos lo hecho por Soledad: arrepentirse de la situación en la que estaba y declararle su inevitable amor a Manuel por medio de una carta, que tardíamente llego a manos del hijo de don Rodrigo, pero que hizo cambiar la suerte de todo aquel que presenció lo sucedido aquel día de la “rifa”, y plasmado en el libro que leí con gran ilusión, pero que al paso de los días se le fueron juntando motivos para odiar al amor, terminando en éste insípido ensayo con sabor amargo, y con el pensamiento venciendo al sentimiento, dejándome sin fundamentos para decir que es un verdadero amor el de Manuel y Soledad.
            “¿Pero cómo pudieron ser amantes cuando nunca se conocieron?” pregunta el proletariado escolar, contestándole – de eso trata el amor -  dije airoso y dejando a la multitud (que no era más que poca) con una sensación que sólo ellos saben, yo no. Y el amor no entiende de razones lógicas para explicar por qué el amor es amor: no se crea ni se destruye, sólo se transforma; siendo esto lo que pasó con Manuel y Soledad, no inventaron su amor, no lo mataron, siempre estuvo ahí, de varias formas y diversos sentidos, transformándose si fuere menester del destino (como efectivamente lo fue) llegando hasta la muerte de ambos.
            Después, otra pregunta que surgió de la masa me hizo sentir (no pensar) lo que debía contestar. La pregunta fue: “¿por qué Manuel mató a Soledad, si es que la amaba?”; escuchando en mi cabeza el eco del palpitar de mi corazón dije: “la mató, pero no porque la odiara, sino porque la amaba tanto que si no iba a estar con él el resto de la vida, no iba a estar con nadie más, así que decidió que compartieran la eternidad… para siempre”. Eso es la representación del amor humano, rebasando los límites de la vida y tocando los linderos de la expiración.
            Pues, vaya desenlace, pero no podíamos esperar algo más debido a las condiciones que ya he mencionando anteriormente. Entonces hubo un error de alguien al no saber amar al otro, por ejemplo, Soledad no pudo esperar o Manuel no supo perder, pero qué importa si ya están muertos, si ya sabemos el final de esa historia, ¿Por qué seguir hablando de ella?, sencillamente porque ahora eso sucede a pequeña escala.
            Ya entrados en el terreno del amor y sus errores humanos, hablemos un poco más profundo acerca de ellos. Empezando por esos detalles que si no fueran especiales no tendría caso mencionarlos; así que hablaré primero de las mujeres, sí, aquéllas que nos dan la vida y después nos la quitan, siendo diferentes mujeres en cada caso, pero al fin y al cabo mujeres, ¿nacimos del amor y morimos de amor?, te lo dejo de tarea estimado lector.
            Otro problema, es la forma de sentir de las personas involucradas en el amplio pero estrecho mundo del amor verdadero, donde sólo están aquellos amores que dan la vida, la muerte, la tristeza, la felicidad, la eternidad por tener más que la amistad, hasta llegar al punto de perderlo todo y no, y así seguiremos hasta llegar a la raíz del problema: el corazón.
“-Creo que confunde usted las especies… -respondió don Trajano-. Lo   que no tiene Soledad es un corazón de heroína de novela, y mucho menos un corazón de hombre. Su corazón es pura y simplemente de mujer…
-¡Está destornillado! –dijo doña Tecla, sonriendo en cierto modo a sus tertulios, como pidiéndoles que perdonasen a su marido.
-Pues entonces digamos que tiene un corazón de mujer que no sabe amar… -añadía entre tanto la madrileña.” (De Alarcón, 99)
            Allí tenemos la causa de todas las venturas y desventuras de esta (hasta ahora) paradójica existencia que mantiene en el borde a la razón. Entonces, si hay amor se va a aceptar a la persona como sea, como tenga el corazón, como es el caso de Manuel Venegas que aceptó a Soledad fuera como fuera pero era como él quería que fuera ella. Y si no es así, no es amor verdadero y ya. Todo esto implica amor, todas estas acciones son de un amor que ya no hay, que ya nadie valora; ahora todo gira en torno a la moda y al dinero, ¡añoro aquellos tiempos!
            En breve terminaré el ensayo sin importarme lo que se piense, lo que se diga, las faltas de ortografía ni todas aquellas fruslerías que hagan que me cohíba.
            Y ahora ya no hay amor, sólo quedan las huellas sobre la arena que me causó esta verbena, que aunque su duración no fue prolongada me sirvió de enseñanza para futuros acontecimientos que seguirán cambiando el rumbo y el destino de mi vida, después de todo lo hecho y deshecho por ganarme tu desprecio y todo lo que conllevan tus acciones jamás realizadas, y dime entonces dónde estaré cuando el pánico invada mi realidad, cuando alguna vez me sentí fuerte y después no, me mataste otra vez y no dudo que lo vuelvas a hacer, por eso, amor, te dejo aquí, no espero tu reacción, no creo que tengas el valor para decir algo a tu favor; me fallaste, te fallé, no te puedo llamar amor, te llamaré “desilusión que nunca llegó”, “ayer que nunca pasó”. Porque ¿cómo sabes que estás enamorada si no sientes el humor de las flores en una tarde de otoño?, ¿cómo pude  enamorarme de ti si tú ni siquiera existes? , ¿Cuándo me contestarás todas las dudas de amor que tengo? Porque aquí en un lugar llamado realidad en un tiempo llamado vida y en una acción llamada amor me piden que te diga si eres bueno o malo, si eres grande o chico, hobby o vicio, pasión o dolor, todos preguntan por ti, y no sé dónde decirles que estás y que no estás, que vives y no mueres como los hombres. Y después de todo, algún día se acabará el otoño y con éste la melancolía del día a día, y me pongo a pensar en el invierno y sus días yertos, ahora la nostalgia de la magia de la mística fe del advenimiento del Redentor que acabará con este fulgor de tu amor y el mío. Juro que ya no te buscaré, que nunca te encontraré, que jamás te pensaré y mucho menos te sentiré, pero quiero que me acerques a la primavera donde ya no hay mas guerra, donde ya no hay miseria, ya no hay penas, penas que me trajo el anhelo de tenerte a mi lado, pero si lo pienso escrupulosamente, si la primavera viene, vendrá el verano “donde nada es claro”, y de nuevo otoño y el invierno ¡qué triste destino tener que vivir lo mismo durante toda mi eternidad, qué crueldad! ¡Tener que vivir un día para vivir otro, tener que haber un lunes para poseer un martes, y un martes para un miércoles, y un miércoles para un jueves, y un jueves para un viernes, y un viernes para un sábado, y un sábado para un domingo y de vuelta al principio! ¿Y sabes a qué se debe todo esto? ¡A que existes, amor!, si no existieres no tendría motivo para vivir, para morir; para gozar, para agonizar; para reír, para llorar; para todo esto y más. Mejor no existas.

            Y si no existieras no tendría por qué hacer este ensayo, que triste y vasto lo hallo, todo para decir que Manuel amaba a Soledad, pero amor que nunca se pudo consumar, al menos aquí en el paraíso terrenal, tal vez en la eternidad sí, cuando llegue ahí te podré decir, mientras no. A eso le llamo amor, a todo lo que realizó Manuel con vehemencia y paciencia, con amor y dolor, con sudor y fervor, con valor y temor. Sin tener explicaciones matemáticas ni científicas se puede corroborar el amor verdadero, tendré que ser sincero y quitarme el sombrero que no poseo en este momento, y decir y hacer todo lo que hizo Manuel puedo, pero sólo dime cómo, cuándo, dónde, por qué y para quién, podría terminar ahora el martirio sin que sepas que te deliro y miro, y te admiro ciegamente hasta que me abres los ojos y recuerdo la realidad donde tú no estás. Y podría en sueños decir que te quiero sin tener que andar con rodeos y me desespero porque no te tengo ni siquiera en ellos. Y podría en sueños escribir mil versos y volverlos sonetos al compás de tu mirar y nunca los descubrirás. Y podría en sueños llevarte a ver el firmamento y dibujarte miles de estrellas bonitas y bellas, y todo el mundo sabría que para mí eres una de ellas, la mejor. Pero son sólo sueños, despierto en la realidad y lo único que te puedo ofrecer es un poco de tiempo, un poco de dinero, de locura, de amargura, pero lo que te puedo ofrecer plenamente es mi amor, maltrecho y herido corazón, donde la razón no tiene lugar y lo único que escucharás será el silencio de mis gritos y verás la incolora tinta de mis palabras, y tocarás mi intangible pensamiento, probarás el insípido júbilo de mis días y olerás el aroma de la utopía…y me preguntas que si es amor.

07 noviembre 2008




De Alarcón, Pedro. El Niño de la Bola. Porrúa, en la Colección “Sepan cuantos...”, 2003

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