y una tranquilidad sublime te invade
mientras la respiración suave
en tu cuerpo produce movimientos
lentos, pasivos como el mar
a la hora del crepúsculo matinal.
Acostada y cubierta de sábanas
creadoras de relieves irreales
por donde se escapan destellos
de tu desnudez
gracias a los milagros,
a los azares de la vida
que me han dejado ver
las sombras de tu cuerpo
y los abismos de tu ser.
Entonces, un silencio se aproxima
y llena cada espacio vacío de tu cuerpo;
en la víspera parsimoniosa,
con una tangible hesitación
sobre la pesadez del aire
y la liviandad de tu persona.
De los resquicios que acompañan
tu soledad,
prontamente las células de un cuerpo salen
y se integran; es el mío que se vale
de la inercia y la energía
arrojándose hacia ti.
Asaltando rápidamente tu hermosura,
busco el encuentro de tus labios con mi voz;
estrechar tus manos y las mías;
enredar los muslos tú y yo...
04 febrero 2011
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