Música

sábado, 14 de mayo de 2011

ESTRÉS

Todo comienza en uno mismo y entra por la vista ante la negativa del progreso. Poco a poco los demás sentidos perciben el nulo avance de las cosas: el ruido penetra hasta lo más profundo, después de los tres huesecillos y los decibelios rebasan el cero; el aroma del estancamiento es de podredumbre pues el humor que se despide en este tipo de situaciones es peculiar; la sutileza del tacto se vuelve frenética: nada exime al volante de su incapacidad de disolver el embotellamiento, es cuando tus manos golpetean la circunferencia y el centro del mismo, produciendo un rugido estrepitoso. Y todo sabe amargo.

Enseguida: un silencio prolongado, hasta que se vuelve asunto de dos, pues uno mismo se ha encargado de transmitir esa irritante percepción de la realidad al prójimo a través de la emisión de fonemas que en conjunto execran con palabras para la ocasión, o con abducciones de alguno de los brazos, incluso con complejas miradas altivas que muestran inconformidad.

Pero de dos, es tres. Estrés. Y el tercero no hace más por acabar con la incertidumbre del qué pasará allá adelante que no permite el avance de la vida de todos los que se encuentran en vehículos, estáticos. Será que el destino es caprichoso y sin compasión detiene ruedas e impulsos sin miramientos; o simplemente es su menester que el tráfico no fluya porque sabe que más allá la perdición es segura y algunos, como el tercero, lo ignoran.

Entre tanto ya son cuatro o cinco, pero sigue siendo estrés. Seis y siete: estrés. En minutos parece que el crecimiento ha sido exponencial, miras a través del espejo retrovisor y no encuentras mas que autos, y autos, y una moto que libra el tráfico detrás de ti. 

Un conductor miserable se interpone en el camino del motociclista y la enésima desgracia del día ocurre.

12 diciembre 2010

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