Música

domingo, 9 de septiembre de 2012

DE LOS COCHES Y LOS CAMINOS


Actualmente el viaje en coche es mucho más cómodo que en otros tiempos; se prescindió de las bestias y del cochero: ahora cualquier persona capaz de pagar un vehículo puede disfrutar de su trayecto, sin importar cuán lejos esté su destino.
            Sin embargo, si se toma la ciudad de México como ejemplo, este viaje en coche pasa a convertirse, de una agradable experiencia, en un complejo martirio por culpa del tráfico, de las inundaciones y demás consecuencias de la lluvia, entre otros.
            Pero hay que ir más lejos (en varios sentidos). Mientras en la ciudad la gente se queja del mal estado de las calles –y aquí debe añadirse el problema de los baches–, en el campo, esta misma gente reprocharía los caminos pedregosos.
            Alguien –tal vez un amigo de Montaigne– alguna vez dijo que la lectura es otro tipo de viaje. Es decir, la lectura puede transportar de un lugar a otro: la lectura es el vehículo; el autor (o alguna de sus obras), el camino.
            Para ejemplificar lo anterior, es necesario entender algunos ensayos de Montaigne como un camino pedregoso del que distintas personas se quejan porque sus vehículos –su lectura– saltan en algunas partes del trayecto, y eso hace que el volante, la dirección hidráulica y el eje de las llantas pierdan su rumbo fijo; así pues, el lector se molesta. Incluso en estos tiempos se encuentran autores cuya escritura es una vía rápida, mas otros tantos lectores despistados caen en los baches que el mismo escritor puso en ese camino. Para que quede más claro, aquí están las analogías de Volpi y Montaigne.
            Se ha dicho que la escritura de Montaigne es pedregosa porque hay saltos en la lectura; estos saltos son las referencias –en su mayoría del mundo clásico– que Montaigne emplea para conducir a algún lado o, también es posible, a ninguna parte. De la misma manera, Jorge Volpi, por ejemplo, transporta a sus lectores por medio de una autopista que no está exenta de baches e irregularidades; porque estos baches son las referencias que el autor maneja: teorías físicas, químicas; temas biológicos, históricos. El uso de estas referencias resultará incomprensible para un lector neófito, y ocurrirá lo mismo que con Montaigne: se tendrá la sensación de devaneo a través de sus páginas, lo cual resulta chocante para algunos y ameno para otros.   

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